Pueblos indígenas

Mojeños trinitarios e ignacianos que habitan el TIPNIS

Santa Cruz, 15 de agosto de 2018

La población empadronada como mojeña en el Censo 2012 por declaración de autopertenencia, es de 42.093 personas.

La población mojeña se encuentra concentrada en tres provincias benianas: Mojos, Cercado y Marbán (en cinco municipios); un 50% de ellos vive en la ciudad capital de Trinidad y un 9% en ciudades intermedias.

Los mojeños son el pueblo indígena principal de la Amazonía boliviana, tanto por el prestigio de su cultura hidráulica prehispánica, como por su idioma, que ha sido utilizado como lengua franca durante las misiones jesuíticas, imponiéndose sobre varias etnias menores. Además, actualmente es la etnia que cuenta con el mayor volumen poblacional entre las 24 existentes en toda la Amazonía boliviana.

La cultura de Mojos se asienta tradicionalmente en el centro y sur del departamento del Beni: geográficamente existen poblaciones mojeñas desde las nacientes del río Mamoré, en la confluencia del río Grande con el mismo Mamoré y el curso bajo del río Sécure al sur, hasta el río Machupo. Hay mojeños hacia el este del Mamoré y sur de Trinidad; hacia el oeste, pasando por San Ignacio de Moxos (TIM 1), prácticamente el centro tradicional de Mojos; en el Territorio Indígena Multiétnico (TIM) y en el Territorio Indígena del Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS).

Las provincias que corresponden a la región mojeña son: Cercado, Mojos, Marbán, Mamoré e Iténez y los municipios principales son Trinidad, San Ignacio de Moxos y San Javier. Existen más de 70 comunidades estables y muchos asentamientos eventuales y precarios, generalmente multifamiliares.

Entre las comunidades importantes mencionaremos Pueblo Nuevo, Retiro, San Antonio del Pallar, Carmen del Aperecito, Monte Grande, Santa Rosa del Apere, Mercedes del Cabito, San Miguel del Apere, Puerto San Borja, Mercedes del Apere, Santa Rosa de Aguas Negras, San José del Cavitu, San Pablo del Cuverene, Santa Ana del Moseruna, Río Chinsi, Río Chirisi, San Salvador, Rosario del Tacuaral, Río San Ambrosio, San Juan del Apere, Rosario, Trinidacito, Patrocinio, Bermeo, Nueva Brisa, Fátima, Limoquije.

En el Tipnis, las comunidades se asientan a lo largo de los ríos Isiboro: Sasama, Sécure, Ichoa, Chumimita, Chajmota, Plantota, Tayota, Lojojota, todos ellos con presencia yuracaré.

Las TCO en las que los mojeños tienen sus comunidades: TIM (Territorio Indígena Multiétnico I, con mojeños, movimas y tsimanes); el TIMI (Territorio Indígena Mojeño Ignaciano) y el Tipnis.

La organización social de los mojeños actuales se asienta sobre la familia nuclear, aunque antiguamente predominaba la composición de la familia extensa. Las comunidades están formadas generalmente por 10 a 30 unidades domésticas, si bien pueden agrupar excepcionalmente más familias. Cada comunidad está regida por un Cabildo (que suele tener mínimamente 12 miembros) y que es la forma de organización de la autoridad que instituyeron los jesuitas en todas las misiones.

La cultura mojeña se expande en un medio ambiente pródigo en biodiversidad con especies animales y vegetales de mucho valor. Una veintena de especies animales destaca por su carne para consumo humano; hay una inmensa diversidad de aves y hay más de 350 especies piscícolas, una treintena de las cuales es muy apreciada para la alimentación.

En la vegetación se encuentran muchas especies de árboles de maderas finas como la mara, el nogal, el cedro, el palo maría, el guayacán y otras como el ochoó, el curupaú, el laurel o el palo balsa. Hay grandes palmares de motacú, totaí y jatata que se utilizan en la construcción de casas; existe una enorme diversidad de plantas medicinales. Las actividades de caza, pesca y recolección son parte de la cultura mojeña y se practican a orilla de todos los ríos, arroyos y lagunas, allí donde se pueda, por los conflictos permanentes de los mojeños con madereros y ganaderos debido a la ocupación del espacio y los recursos naturales de su territorio, así como las incursiones sorpresivas y constantes de colonizadores collas.

Las comunidades mojeñas son básicamente agricultoras; el trabajo se realiza en unidades unifamiliares, cada unidad doméstica lo hace en su propio chaco, que no excede una hectárea de terreno, u ocasionalmente dos. Los productos nativos actuales son arroz, maíz, yuca, plátano, caña, frejol, zapallo, camote, cítricos, café, cacao, tabaco, que en algunos sitios mejor organizados y de mayor producción se destinan parcialmente a la comercialización; como la producción es, en general, de pequeña escala y mayormente destinada al autoconsumo, algunas veces se la entrega en trueque para obtener de los comerciantes ribereños (a precios muy aumentados respecto de las zonas urbanas) productos foráneos como fósforos, querosén, azúcar, ropa usada, herramientas, balas de rifle calibre 22 o de escopeta 16 mm y alcohol (cuyo tráfico ha aumentado mucho en los últimos años en toda la Amazonía).

Los mojeños también producen objetos de madera como ruedas de carretón o canoas para la venta, o gavetas para moler grano o lavar ropa, y otros utensilios de madera para diversos usos. También fabrican diversos elementos de alfarería y cerámica (tinajas). Desde hace décadas funciona en Trinidad el Centro Artesanal Mojos, donde artesanos elaboran tejidos de fibras vegetales, tejidos de hamacas en hilo de algodón, tallados en madera, cerámica, instrumentos musicales, sombreros, máscaras, juguetes y también muebles de carpintería, bajo una iniciativa del Cabildo Indigenal de Trinidad y organizaciones indígenas, que ha contado con apoyo de la cooperación internacional para su inicio y que se quiere replicar en las comunidades, como que ya existe otro centro similar en el Cabildo de San Ignacio de Moxos.

Hay una carretera ripiada desde San Ignacio de Moxos –que es el camino desde La Paz y San Borja a Trinidad, que queda interrumpido todos los años por las inundaciones en época de lluvias– y otra carretera asfaltada que llega a Trinidad desde Santa Cruz de la Sierra, en muy mal estado. La mayor parte del transporte entre ciudades pequeñas y pueblos en la Amazonía sur se realiza por vía fluvial, y en forma secundaria por caminos de herradura que eventualmente se pueden habilitar para el ingreso de pequeños motorizados.

La comunicación entre pueblos y comunidades mojeñas y con otras etnias de la Amazonía, se realiza desde hace ya muchos años a través de una red de radiotransmisores, que conecta a las principales comunidades nucleares de todo Mojos e inclusive con el resto del país. Esto significa un avance extraordinario para el movimiento indígena en un medio socioeconómico tan severamente deprimido como es, en definitiva, el mojeño. Los servicios de salud en las comunidades indígenas más alejadas son muy precarios o simplemente inexistentes. Las postas sanitarias, aunque estén construidas, por lo general carecen de un promotor de salud que las atienda y absolutamente de medicamentos.

Cosmovisión y espiritualidad

Hacia el año 1880 se introdujo la explotación del caucho, que muy pronto arrastró consigo poblaciones enteras, desestructurando los grupos sociales y familiares indígenas y desarmando también la cosmovisión de una sociedad unitaria en los mojeños. El fatídico método del “enganche” y el reclutamiento forzado de mano de obra indígena para el transporte (como remeros) y como siringueros hacia el noroeste, causó una honda depresión en la vida total de los pueblos indígenas de la Amazonía central. Esto desató movimientos milenaristas conocidos como las Guayocherías o la búsqueda de la Loma Santa (con líderes como Guayocho o José Santos Noco) que buscaban “la Tierra sin Mal”, estrategia política que tenía un doble efecto: huir de la opresión y recuperar la libertad de la selva, y reconstruir lazos de solidaridad social a través de la comunidad religiosa mesiánica para resistir a los abusos de los hacendados ganaderos y siringueros.

Los movimientos milenaristas (“en busca de la Loma Santa”), aunque formados por pequeños grupos, se han venido reproduciendo cada cierto tiempo desde el siglo XIX hasta el último tercio del siglo xx dirigiéndose a diversos lugares del TIPNIS.

Retrospectiva de la cultura mojeña

Sus orígenes están perdidos en el tiempo: la lengua –de la familia lingüística Arawak y originaria de un remoto Caribe– y los impresionantes restos arqueológicos que se han encontrado (véase Denevan, 1980; Lee, 1996; Jaimes y Prümers, 2015) nos hablan de una cultura que alcanzó un alto grado evolutivo para detenerse misteriosamente mucho antes de la llegada de los españoles. En 1675 los padres José Castillo, Pedro Marbán y Cipriano Barace entraron a Mojos desde Santa Cruz; se quedaron muchos años y fundaron las primeras misiones jesuíticas, empezando con la de Loreto en 1682 o 1684. Después de casi 150 años de exploraciones y de curiosidad nativa, se fundaba por fin un establecimiento hispano (Denevan, 1980: 63). Las misiones jesuíticas en la Amazonía central y sur tuvieron cien años de vida y actividad, hasta cuando salieron de Mojos en 1767, a raíz de su expulsión de toda América del Sur. Los jesuitas fundaron 21 misiones semipermanentes en Mojos, aparte las que también crearon en Chiquitos, Guarayos y Chapare.

Fuente:

Compendio de etnias indígenas y ecoregiones de Bolivia Amazonía, Oriente y Chaco de Alvaro Díez Astete. 2018.

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